Este cortometraje nos cuenta una historia sencilla y emocional. Nos habla sobre la esperanza de poder seguir adelante aún con el dolor de la pérdida. Nos habla de la sanación y de la importancia de apoyarte en la familia en los malos momentos.
El corto funciona bien, aunque me parece bastante evidente que ha sido diseñado especialmente para emocionar y sacarnos una lágrima. No digo que eso esté mal, solo que se ven sus intenciones a la legua. Me da la sensación de que esta historia ya me la han contado muchas otras veces. A pesar de ello, el corto es entretenido y he disfrutado viéndolo.
Algo a destacar de la historia es su juego metafórico. El lienzo al que se enfrenta el anciano puede funcionar como metáfora. El anciano tiene escondidos todos los lienzos que pintaba cuando su mujer estaba con él. Ahora que su mujer no está, él no quiere verlos, no quiere recordar la vida que una vez tuvo junto a ella, no quiere sufrir. Pero tampoco puede realizar nuevos dibujos, no puede seguir adelante. Está atrapado frente a un caballete sin lienzo, no puede ir para atrás ni para delante. Está encerrado en el dolor de la pérdida.
SPOILER: La inocencia de su nieta le ayudará a ver que es bueno recordar el pasado, que el dolor de no recordar puede ser más doloroso que el de recordar. Así, gracias a ella, el anciano sale de su encierro, supera ese período de transición, empieza a sanar las heridas y vuelve a pintar.
Para terminar, creo que el juego de metáforas es lo que hace especial al cortometraje y la principal razón por la que merece la pena darle una oportunidad.